domingo, 13 de mayo de 2012

¡Llegó la noche soñada!



¡Llegó la noche soñada!
REDACCIÓN/LUIS MEZA/JULIO CÉSAR SALAS
NOTA PUBLICADA: 13/5/2012

Seguramente lo sabían. Aunque la gente los miraba con una mezcla de fascinación y conmiseración, los cientos de aficionados esmeraldas que caminaban en procesión por el López Mateos desde tres horas antes, sabían que era el último partido del León en el infierno.
Y así fue. Desde que sonó el silbatazo final, un río verde comenzó a hacer la ruta inversa, ahora entre un júbilo generalizado revestido de banderas ondeantes, claxonazos festivos y cánticos de victoria.

En el Vasco de Quiroga, la música más sublime no procedía esta vez del Teatro del Bicentenario, sino del nido de luz que era el Estadio León manando las notas del “Cielito lindo”. Tampoco la obra de arte más elocuente estaba en el Museo de Arte e Historia, sino en la acera contraria, en ese tablero que marcaba un irrebatible 5-0.

Motores de motocicletas, bocinas de automóviles y hasta garrafones de agua. Cualquier cosa susceptible de hacer ruido era aprovechada para esa variante buena onda de las cinco notas, mientras la hinchada se trasladaba del estadio al Arco de la Calzada.

¿Puente del Amor? Narices. La controvertida pasarela sobre el Malecón del Río se llenó de verde, tanto por las luces que lo pintaban como por el letrero que lo decoraba con el escudo de la Fiera pero sobre todo por la oleada de aficionados que ponían a prueba su capacidad.

Bajo él, automóviles hacían una valla festiva a lo largo del paso a desnivel. En las vialidades superiores, el tráfico había cedido su lugar al festejo, frente a policías que trataban de esconder la sonrisa entre la formalidad de su encomienda.

El león más famoso de la ciudad, el del Arco de la Calzada, se confundía con la noche y se volvía casi invisible. Pero debajo, su contraparte ambarino, el que reina sobre el escudo con cinco estrellas del Club León, danzaba alegre y se multiplicaba en las banderas de la multitud que gritaba “¡Somos de Primera!” y “¿En donde están, aquellos que nos iban a ganar?”

La afición que muchas veces lloró y clamó al cielo, ahora se abrazaba y brincoteaba para que no se pusiera en duda la hombría de quién no lo hiciera. Lanzaba vitores a los autos que pasaban y se tomaban fotos para recordar la noche que esperaron por 10 largos años.

Hasta para un ateo del futbol era conmovedora la alegría colectiva, la mayor seña de identidad de la ciudad y el júbilo que hacía querer brindar como lo hace Juan Gabriel en sus conciertos: “Que cuando nos vaya mal, nos vaya como esta noche”.

Era una noche de mayo cuando la hinchada del León dejó un estadio de la división de ascenso. La próxima vez que vuelva ahí, será para ver a un equipo de Primera… como en su corazón nunca dejó de serlo.

Quedan afuera... con boleto

Decenas de aficionados en diferentes puertas del estadio León se quedaron afuera aún y con boleto en mano.

Los aficionados que esperaron hasta una hora para poder ingresar quedaron cerca de la puerta ya que elementos de seguridad privada y de protección civil les impidieron el paso.

Según el personal del estadio, la gente de Protección Civil recomendó que no entrara ni una persona más.

En contraparte, la gente de Protección Civil explicaba que la directiva había mandado dar la orden para que nadie más ingresara.

Personas como Chío Chávez, que viajó desde Purísima de Bustos, se quedó a unos metros de ingresar por la Puerta Uno, zona A.

“Yo lo tengo que ver, quiero ver a mi equipo ganar pero no me dejan”, dijo con la voz quebrada a punto de llorar.

Víctor Arias se quedó con cuatro boletos que había comprado el jueves pasado.

“Esto es un negocio sucio porque hay gente del estadio que deja pasar a otros sin boleto, luego allá adentro piden dinero, eso no es justo”.

A un lado de él se encontraban Francisco Cabrera y Eusebio Arroyo que viajaron desde Abasolo y con los boletos en las manos quedaron fuera del estadio.

“Por qué siempre hacen esto, si uno compra su boleto es para entrar, no para quedarse afuera”, expresó Francisco Cabrera.

Héctor Castro fue otro de los que sólo llegó a la entrada pero no pudo ingresar.

“Hay gente que pasa sin boleto y nosotros que cada quince días venimos nos quedamos afuera”.

Alrededor del estadio se repetía la misma historia, sin que hasta el momento se registraran altercados por no poder ingresar.

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