Funciona plan Matosas

El Sol de León
17 de febrero de 2013

Luis Hernández

León, Guanajuato.- Matosas no fue el héroe de la noche pero sí el ídolo, para el estratega charrúa, el partido se tradujo en 90 minutos de silencio, de emoción contenida y de gritos ahogados, lo vivió así con tal de enviar un mensaje a sus jugadores: si alguien tenía que sacar la casta en esos momentos, no era precisamente él.

La labor del entrenador estaba hecha, con una semana repleta de confusiones y declaraciones sorprendentes, Matosas logró su objetivo, consiguió motivar a sus guerreros para dar la vida en la cancha.

Y es que para sus muchachos el no ganar no sólo significaría perder puntos, mancillar el orgullo o multiplicar las críticas, implicaría también despedirse de su entrenador, de ese mismo que los llevara a la Primera División, de ese que los convirtiera en ídolos, de ese sujeto a quien le deben demasiado.

CÁTEDRA DE SILENCIO

El Matosas del primer tiempo fue otro, saltó a la cancha con sus elegantes prendas, como siempre, pero con una sonrisa seria, muy sobria, como nunca.

Tomó su lugar en la banca, también el de siempre, pero quien lo ocupaba no era el mismo, era un Matosas callado, que no hablaba, sin lugar a dudas era distinto. El balón iba y venía ante sus ojos, las jugadas se fabricaban frente a él... y nada, Gustavo Matosas era inmune a lo que pasaba en la cancha.

DE HERNÁNDEZ PARA MATOSAS

Los primeros minutos, el uruguayo se mostró inerte, inmóvil, era un aficionado más; ni un error de Márquez pudo hacerle quejarse, no hubo nada, ni un gesto; un par de minutos después, Gustavo Matosas se puso de pie, regañó al "Gullit" Peña pero inmediatamente volvió a su lugar, se acomodó en su silla y abrió los ojos para admirar en primera fila el tanto de Edwin Hernández.

Mientras la gradería era una locura, Matosas se apartó de la banca para no festejar, sin embargo el festejo fue a él, Edwin Hernández cruzó la cancha señalándole, su anotación tenía una dedicatoria especial, era para su entrenador.